Cuando nos enteramos que el viaje de verano
de los jóvenes de la Parroquia iba a poderse hacer en familia, y que además ese
viaje era el Camino de Santiago, nos dio una gran alegría. En numerosas
ocasiones hemos preparado mentalmente esa peregrinación, pero luego todo
quedaba en el tintero esperando que nuestras hijas pequeñas se hicieran mayores
y pudieran aguantar las largas horas de caminata.
Tras la primera reunión, esa gran alegría,
se transformó en incertidumbre: dormir todos juntos con personas desconocidas,
sin ninguna intimidad, compartiendo aseos, vestuarios, dormir en el suelo “a
nuestra edad” y la espalda echa polvo... Lo decidiremos más adelante, pensamos.
Sin embargo, no nos dio tiempo a decidir,
nuestra hija Ana se adelantó: “porfi mami, que los padres de Berta y Sara sí
van”, ella ya había decidido por nosotros y no pudimos echarnos atrás, también
por la emoción de que ella quisiera que la acompañásemos.
Decidimos no pensar en lo que nos esperaba,
y comenzamos con los preparativos del viaje. Que sea lo que Dios quiera.
Llegó la semana del 21 de julio, ya no había
marcha atrás, comenzaba la aventura con la confesión comunitaria, la misa del
peregrino, y la subida al autobús. Sin
darnos cuenta, Dios nos había ayudado a todos (que seguro que teníamos los
mismos miedos) a comenzar ese Camino, a acercarnos más a El y a ofrecerle cada
día nuestro esfuerzo. Lo que había empezado con tantas dudas, fluía con
facilidad y mucho compañerismo.
Destacar la labor de Esther y Javier,
perfectos organizadores no dejaron nada a la improvisación, a todos los
catequistas que nos acompañaron a ambos grupos (padres y jóvenes), a María,
Valeri y Julio, que desinteresadamente cuidaron de nosotros y nuestros hijos, a
D. Miguel y D. Jose David que nos ayudaron a cuidar nuestra alma, a todos los
compañeros que hicieron este viaje tan fácil y entrañable, y por supuesto a
Jesús por acompañarnos durante todo el Camino y nos abrió los ojos para
descubrir el Amor de Dios.
Los dos momentos que destacaría: el día que
recibimos a nuestros jóvenes en sigüeiro y la emocionante llegada a Santiago,
donde las lágrimas de alegría y agradecimiento llenaron la Plaza del Obradoiro de emoción.
Un abrazo a todos.