"Decidí dejar el balonmano a un lado y hacer el Camino. Fue una elcción difícil, pero una elección de la cual no me arrepiento", Nayara Abril

Nayara Abril, jóven participante en la Peregrinación parroquial Camino de Santiago 2018, nos cuenta su experiencia.


Cuando me dijeron que este verano tocaba como viaje realizar el Camino de Santiago, estaba muy ilusionada, cuando se fue acercando la fecha me comunicaron que tenía dos campeonatos de balonmano, a los cuales no debía faltar, pero finalmente en una vigilia me puse a pensar y a comentárselo a Dios y decidí dejar el balonmano a un lado y hacer el Camino.  Fue una elección difícil, pero una elección de la cual no me arrepiento.

Durante el Camino claro que ríes, conoces a gente nueva, te conoces incluso a ti mismo y hasta descubres nuevas cosas de tu mejor amiga, pero también lloras, ya que el Camino no es fácil de realizar tiene sus subidas y bajadas, el dolor de piernas, las heridas de los pies, cansancio acumulado y ahí es cuando explotas y lloras, así sin más.
 
Quiero destacar el día que nos recibieron los padres, pude recordar el primer día al subir al autobús y la llegada al colegio y compararlo con ese día, la felicidad que desprendían era espectacular, el gran grupo que habían formado era impresionante y lo mejor la fiesta que llevaban día y noche. Esto fue una de las cosas que más me alegró ver.


También aprendí, que a veces, por mucha rabia que tengas hacia una persona por algo que ha hecho que no te ha gustado, tienes que ponerle tu otra mejilla, por mucho que cueste y no rebajarte a su nivel. Este es otro momento que ocurrió durante el viaje en el cual Javi (catequista) me ayudo y me enseñó.

El gran día, el día de la llegada a la catedral. La gente ya estaba más emocionada, estaban más felices y eso se notaba mucho. Llegar y poder ver a todos mis compañeros, padres y catequistas, la mayoría llorando y no de pena, si no de alegría, es un momento que no puedes explicar ni olvidar, es tan bonito, que no puedo recordarlo sin que los pelos se me pongan de punta.

Lo que más me gustó del viaje fue el compañerismo, si necesitaba agua se le daba, si había que pararse con esa persona se paraba, si tenía que apoyarse en ti le dabas la mano, si había que traerle la comida porque no podía ni levantarse se la llevabas, si había que darle un abrazo se le daba, y esto es lo que realmente marca la diferencia del Camino de Santiago a cualquier otro viaje.

Aprendí a valorar muchas cosas, ya que comíamos en el suelo y no en mesas, dormíamos prácticamente en el suelo de un pabellón, comíamos lo que tocaba y no lo que queríamos, bebíamos agua de cualquier lado y ya no decíamos: “es que a mí me gusta de botella y no del grifo”. También creces como persona, te haces más responsable  a la hora de tener que lavarte tu ropa, lavarte los cubiertos y plato, y hay días que tocaba hacer de madre ya que tu amiga se ponía mala, preguntándole: “¿Te has tomado la pastilla?”

Quiero dar gracias a cada uno de los participantes de este Camino, y a Dios el que me hizo poner la cabeza en su sitio y animarme a hacerlo. Y sobre todo felicitaros a todos, pero en especial a aquellas personas a las cuales les costó mucho, deciros que sois unos campeones/as por no rendiros y seguir aunque los pies decían que no, porque Dios siempre ha estado ahí presente.


Un abrazo a todos.