Creemos que todo el
mundo, alguna vez en su vida ha pensado en hacer el Camino de Santiago.
Nosotros al menos sí. Cuando la parroquia planteó hacer el Camino este verano
uniendo jóvenes y padres, valoramos que con hijos mayores encontrar planes que gusten
a todos es cada vez más difícil y que además, tendríamos
pocas oportunidades de hacer una experiencia como esta con toda la
familia. La estupenda organización del equipo de catequistas ya estaba
demostrada en las actividades de los veranos de años anteriores y contar con
los sacerdotes nos aseguraba la unidad con la Iglesia. Así que nos inscribimos
de los primeros.
Pero ya con el
equipaje viendo que no cabía nada, empezamos a pensar: “¿dónde nos estamos
metiendo? Si además no conocemos a casi nadie…”. Estaba claro que iba a ser un
“descanso no convencional”. A medida que se acercaba la partida nos fuimos
arrugando, dudando si tendríamos fuerzas para resistirlo… ya no somos tan
jóvenes... ¡Glup! Al final nos mantuvimos firmes… más o menos.
Con el autobús
llegamos a Ferrol para dormir en el pabellón de un colegio, con un solo lavabo
para unos 50 chicos, pensábamos que no podíamos estar más lejos de
nuestra zona de confort. Pero no había escapatoria: nos habíamos puesto en
manos de Dios y eso era lo único importante, confiar en su amor. Dios siempre
ha cuidado de nosotros.
La primera jornada de
Camino, entre Neda y Pontedeume, empezó llena de alegría: la foto en el
kilómetro cero, un día radiante y la arenga del P. Miguel para orientar el alma
en la peregrinación. Todo el grupo de padres era muy abierto y los gestos de
amor recíproco fluían con naturalidad facilitando todo. Recuerdo especialmente
el café en Pontedeume dónde juntamos varias mesas y charlando de lo divino y lo
humano, de golpe cayeron todos los miedos y me vi rodeado de gente encantadora.
Acabábamos de conocernos pero sentí que empezaba una amistad con todos ellos.
Me parecía recibir un regalo urgente de Dios ya el primer día.
Ese día llegaron los
sacerdotes y por la noche el P. Miguel celebró una misa muy bonita. Al darnos
la paz ya no éramos extraños, éramos hermanos. hemos formado una familia, una
comunidad como la de las primeros cristianos: "mirad cómo se aman, están
dispuestos a dar la vida los unos por los otros" Y dar la vida en el
camino es caminar con el otro, escuchar al otro, pararse cuando uno no puede
más, darle agua, comida, ceder el sitio, curar al que tiene heridas, escuchar
con el alma y hablar de Dios, porque puedes palpar su presencia: "Dónde
dos o más están unidos en su nombre, yo estoy en medio de ellos" Y Dios da
paz en el alma. Esto es lo que ahora tenemos y con lo que no contábamos.
Los días siguientes
fueron físicamente exigentes y llegábamos justitos de fuerzas al fin de la
etapa. Hay que ver las paradas de avituallamiento tan suculentas que nos
preparaban Julio y Valeri. ¡Qué rico todo! Nos cuidaban con mimo, sin ellos no
lo habríamos conseguido. En todo lo que nos preparaban veíamos el amor de
Dios que nos cuidaba paso a paso en el Camino.
Durante el camino nos
hemos reído a carcajadas y hemos descansado como en las mejores vacaciones. Y
también hemos estado en silencio. A veces caminando no parabas de pensar cómo
los primeros peregrinos iban solos por esos lugares, sólo porque habían encontrado
un Tesoro por el que merecía la pena todo. Muchos conseguirían llegar y otros
seguramente no. Pero una vez que sabes cuál es el tesoro, ni un esguince,
ampolla, quemadura, etc te puede impedir que sigas viviendo así. Parecía
que Dios nos estaba pidiendo un cambio de prioridades y compromisos.
Todos los días
rezábamos Laudes, pero el primero me causó una impresión fuerte. Esther
explicaba los salmos y me di cuenta que la Iglesia tiene una historia que es
importante conocer para entender. En el camino la hemos ido conociendo a través
de los rezos de Laudes y de las catequesis.
Las catequesis han
sido todas profundísimas y en ellas se hablaba con libertad. ¿Qué ha hecho Dios
hoy en cada uno de nosotros? Estas experiencias contadas a los demás nos han
hecho familia. No hay casualidades para un cristiano, la experiencia tan
profunda que se ha hecho en el Camino, nos hace pensar que Dios tiene planes
para nuestra parroquia de San Fulgencio.
Renunciamos a muchas
comodidades y hemos comprobado, como dice el profesor de economía Luigino
Bruni, que la "pobreza elegida" construye la fraternidad entre
nosotros.
Queremos agradecer a
todos los que han hecho posible el camino, el P. Miguel, Javier y Esther, Teté
y Coty, Julio y Valeri, y a todo el grupo de padres y catequistas, porque han
testimoniado en su día a día la presencia constante de Jesús y que vivir así es
posible.
Todo ha sido un
regalo, una fiesta. ¿Cómo no vamos a echaros de menos?
Tenemos que seguir
viéndonos porque creemos que la comunidad que ha nacido viene de Dios. Una
familia con la que queremos hacer nuevos proyectos para dar a conocer al mundo
que Dios es Amor.
¡Contar con nosotros!
Un abrazo. Manuel y Montse.